En una entrevista para el programa radial “Mañana Fantástica”, la política, docente e historiadora Fernanda Gil Lozano puso en valor el papel fundamental que cumplieron las mujeres en la gesta independentista de la Argentina. Nombres como Juana Azurduy, Guadalupe Cuenca, Mariquita Sánchez de Thompson, Macacha Güemes y María Remedios del Valle, entre otras, fueron protagonistas de una historia que durante mucho tiempo fue narrada desde una perspectiva exclusivamente masculina.
Gil Lozano destacó especialmente la figura de Manuel Belgrano, uno de los pocos hombres de su época que reconoció abiertamente el valor y la capacidad de las mujeres. “Belgrano entendía que la educación debía ser igualitaria, sin distinción de género, porque era el camino hacia el progreso de una nación. Fue un verdadero adelantado para su tiempo”, señaló.
El creador de la bandera no solo fue un líder militar y político clave en la lucha por la independencia, sino también un ferviente defensor de la educación como herramienta de transformación social. Como secretario del Consulado de Buenos Aires, impulsó la creación de escuelas para mujeres en oficios como hilado, tejido y costura, buscando darles autonomía económica y reconocimiento social.
Belgrano también visibilizó el papel de las mujeres patriotas que colaboraban con la causa: algunas curaban heridos, otras trasladaban mensajes secretos, recaudaban recursos o incluso combatían. Para él, la mujer no era un personaje secundario, sino un pilar indispensable en la construcción de una patria libre.
Mujeres que hicieron patria
Entre las figuras más emblemáticas mencionadas por la historiadora se encuentra María Remedios del Valle, afrodescendiente y combatiente del Ejército del Norte, a quien Belgrano nombró “capitana” por su valentía. Fue herida en combate, tomada prisionera y torturada, pero nunca abandonó la lucha.
Juana Azurduy, nacida en el Alto Perú, comandó guerrillas y batallones enteros junto a las fuerzas patriotas. El propio Belgrano la ascendió a teniente coronel por su coraje y compromiso con la causa.
También se destacó Mariquita Sánchez de Thompson, anfitriona de tertulias revolucionarias y figura clave en la difusión de ideas libertarias, así como Macacha Güemes, hermana del general Martín Miguel de Güemes, quien cumplió un rol central en tareas de inteligencia, estrategia y resistencia en el norte del país.
A ellas se suman muchas otras mujeres anónimas como Juana Moro, espías y mensajeras cuya labor silenciosa fue decisiva en el avance del proceso emancipador.
Una historia por reconstruir
Estas mujeres fueron estrategas, líderes, cuidadoras y símbolos de resistencia. Su memoria —por años relegada a un segundo plano— hoy comienza a recuperar el lugar que merece. En palabras de Gil Lozano, “la historia de la independencia no puede seguir contándose sin ellas”.
La lucha por la igualdad no empezó en el siglo XXI. Las raíces están en aquellas mujeres que, con coraje y convicción, se enfrentaron a un sistema opresor y marcaron el camino hacia una patria más justa.
Así también, destacó que en tiempos en los que la historia oficial solía escribirse en masculino, dos mujeres rompieron el molde con actos de coraje y astucia que quedaron grabados en la memoria colectiva de Buenos Aires: Martina Céspedes y Manuela Pedraza. Ambas se destacaron durante las Invasiones Inglesas a comienzos del siglo XIX, cuando el Río de la Plata era aún un territorio en disputa.
Martina Céspedes: la vecina de San Telmo que emborrachó a los invasores
Martina era una vecina del barrio porteño de San Telmo, madre de tres hijas todas descritas como muy bellas por las crónicas de la época y dueña de una taberna donde vendía cigarros y bebidas alcohólicas. Lo que parecía una simple casa de comercio se transformó, con picardía y estrategia, en un puesto de defensa patriótica.
Durante una de las incursiones de los soldados ingleses, una cuadrilla exploradora se acercó a su vivienda. Martina los recibió con hospitalidad y les ofreció una bebida típica local, conocida por su alta graduación alcohólica. Los ingleses, sin sospechar nada, comenzaron a beber hasta quedar completamente desorientados. Acto seguido, Martina los condujo amablemente a una habitación del fondo y allí los dejó durmiendo. Había neutralizado, sin disparar una sola bala, a una decena de invasores.
Con orgullo, se comunicó con Santiago de Liniers —el líder de la resistencia criolla— y le informó: “Ahí tiene a los gringos, son todos suyos”. Por este acto, fue reconocida oficialmente por las autoridades y se convirtió en una figura admirada. Las versiones también cuentan que uno de los pocos ingleses que no cayó en la trampa terminó casándose con una de sus hijas, completando así una jugada maestra.
Manuela Pedraza: la tucumana que se convirtió en heroína de sangre y fuego
A diferencia del ingenio sutil de Martina, Manuela Pedraza se hizo leyenda por su fuerza y valentía en el campo de batalla. Nacida en Tucumán, era descripta como una mujer corpulenta, fuerte y decidida. Enamorada de un soldado criollo, lo acompañaba en cada combate como apoyo incondicional. En uno de los enfrentamientos más duros por la defensa de Buenos Aires, el soldado fue abatido frente a sus ojos.
Lejos de huir o dejarse vencer por el dolor, Manuela tomó el fusil de su compañero y enfrentó, sola, a la cuadrilla inglesa. Con puntería certera y rabia contenida, abatió a varios soldados. El último sobreviviente intentó atacarla con una bayoneta, pero ella logró reducirlo con sus propias manos: lo sujetó del cuello y lo mató en el acto. Su hazaña fue reconocida también por Liniers, quien le otorgó el título de alférez, una distinción inusual para una mujer de aquella época.
Lamentablemente, como ocurrió con tantas otras figuras femeninas silenciadas por la historia, el destino de Manuela fue trágico. Murió pobre y sola, sin reconocimiento oficial en vida, y su historia se fue desdibujando con el tiempo.
Estas mujeres no solo enfrentaron a un ejército extranjero, sino que desafiaron los estereotipos de género y se ganaron un lugar en la historia por mérito propio. Hoy, sus nombres resurgen como símbolos de una lucha que también fue femenina, marcada por la astucia, el amor, el coraje y la dignidad.