Desesperada por los abusos que sufría, una adolescente intentó quitarse la vida en una plaza del barrio Autonomía. En un acto de profunda angustia, rompió una botella de vidrio e intentó autolesionarse. Según se conoció, los abusos ocurrían dentro del mismo ambiente en el que convivía con su familia. La madre estaba al tanto de la situación, ya que escuchaba los llantos de su hija cada vez que era víctima de los ataques.
Un tribunal unipersonal, presidido por el juez Julio David Alegre Paz, dictó ayer sentencia contra una pareja acusada de abusar sexualmente de su hija. El padre fue declarado autor material y la madre, partícipe primario por su conocimiento de los abusos —escuchaba los llantos de la niña durante los ataques— y su omisión al no denunciarlos. Ambos fueron condenados a nueve años de prisión efectiva.
El juez evaluó la viabilidad del procedimiento abreviado, así como el acuerdo presentado por la fiscal Jésica Lucas (Unidad Fiscal para delitos contra la integridad sexual) y la abogada defensora Paola Bravo, representantes de los acusados E.J.N. y P.E.P. Tras constatar que se cumplían los requisitos legales y con el consentimiento de los imputados, el juez homologó el acuerdo y dictó la condena.
La particularidad de esta condena radica en que ambos progenitores cumplirán la pena en su domicilio del barrio Santa Rosa de Lima, en la capital, junto a sus otros cuatro hijos. La víctima, quien abandonó el hogar a los 17 años, se encuentra actualmente desaparecida. Mientras la madre no cumplía arresto domiciliario, sus abuelos maternos tuvieron la custodia de los menores restantes.
El caso se conoció tras un intento de suicidio de la víctima. En una plaza del barrio Autonomía, la joven se autolesionó con una botella rota, confesando que estaba harta de las violaciones de su padre y que deseaba morir.
Según su testimonio, los abusos comenzaron cuando tenía 15 años, con tocamientos indebidos que escalaron a violaciones hasta sus 17 años. La víctima describió cómo su madre, presente en la misma habitación, escuchaba sus llantos durante los abusos sin intervenir ni denunciar los hechos. Esta omisión le valió a la madre una condena como partícipe primario, con la misma pena que su esposo.