El 9 de julio de 1816, las Provincias Unidas del Río de la Plata proclamaron su independencia de la corona española, marcando un antes y un después en la historia de nuestra nación. Sin embargo, durante mucho tiempo se ignoró el papel clave que desempeñaron las mujeres en esta gesta patriótica. Ellas no solo acompañaron, sino que fueron protagonistas silenciosas y multifacéticas de la lucha por la libertad.
Muchas estuvieron en el frente de batalla participando en combates, como Juana Azurduy, quien lideró tropas con una valentía que aún hoy inspira. Otras se convirtieron en enfermeras, atendiendo a los heridos; lavanderas, asegurando la higiene de las tropas; cocineras, encargadas de alimentar a los combatientes; y hasta espías, infiltrándose en las filas enemigas para conseguir información vital. Mujeres de todas las clases sociales se pusieron al servicio de la patria, demostrando que la lucha por la libertad no distinguía género ni condición.
Entre ellas destacan figuras como Macacha Güemes, pilar en la resistencia del norte junto a su hermano Martín Miguel de Güemes; Mariquita Sánchez de Thompson, referente de las tertulias políticas donde se gestaron ideas revolucionarias; y María Remedios del Valle, llamada “Madre de la Patria” por su incansable labor en el campo de batalla y su coraje ante la adversidad.
Hoy, al recordar el Día de la Independencia, es indispensable reconocer que la libertad fue posible gracias al esfuerzo conjunto de hombres y mujeres. Ellas, desde distintos frentes, tejieron una historia de entrega, sacrificio y amor a la tierra que merece ser contada y celebrada.
María Remedios del Valle: la “Madre de la Patria” y el silencioso heroísmo de las mujeres en la independencia
Cuando se habla de la independencia argentina, los nombres de San Martín, Belgrano o Güemes suelen ocupar los primeros lugares. Sin embargo, la historia empieza a saldar una deuda con las mujeres que también fueron protagonistas de la gesta emancipadora. Entre ellas, sobresale María Remedios del Valle, una figura que, a pesar de haberlo tenido todo en contra, se ganó un lugar en el Ejército y en la memoria colectiva como la “Madre de la Patria”.
Del Valle nació en Buenos Aires hacia fines del siglo XVIII. No se conoce con precisión el año —algunos registros señalan 1776, otros 1778—, ni tampoco se sabe con exactitud el día de su muerte, aunque se presume que falleció en 1847. Inscripta como “parda” en los documentos coloniales, su condición de afrodescendiente, mujer y pobre la colocaba en la base de la estructura social del virreinato. Sin embargo, estas barreras no impidieron que se convirtiera en un ejemplo de coraje y entrega.
Su primera participación militar data de las invasiones inglesas, cuando asistió como auxiliar al Tercio de Andalucía, ayudando a los milicianos en tareas logísticas y sanitarias. Pero con el estallido de la Revolución de Mayo en 1810, María Remedios se sumó a la primera expedición al Alto Perú, integrando el Regimiento de Artillería de la Patria junto a su marido y sus dos hijos —uno biológico y otro adoptivo—, quienes murieron durante la campaña.
Pese a las pérdidas, ella continuó como auxiliar en el Ejército del Norte, enfrentando batallas y derrotas como la de Huaqui y participando de victorias decisivas como la de Tucumán. Allí conoció a Manuel Belgrano y le pidió formalmente ser reconocida como combatiente. Si bien al principio el general se mostró reacio a incorporar mujeres a la tropa por cuestiones de disciplina, su actitud cambió al ver la valentía de María Remedios en el campo de batalla. Tras su participación en la contienda, Belgrano no solo la felicitó, sino que la ascendió al rango de capitana, reconociendo sus méritos.
En los campos de batalla por la independencia argentina, María Remedios del Valle se destacó no solo por su valentía sino también por su incansable compromiso con la causa patriota. Combatió con firmeza en múltiples enfrentamientos hasta que una bala la hirió y fue tomada prisionera por las tropas realistas.
Durante su cautiverio, Remedios del Valle demostró nuevamente su coraje: logró liberar a varios soldados patriotas, un acto que despertó la ira de sus captores. Como represalia, los españoles la sometieron a brutales azotes durante nueve días consecutivos. Estas torturas dejaron profundas cicatrices en su cuerpo, marcas que la acompañaron por el resto de su vida y que evidenciaban la crueldad a la que fue sometida.
Pese a este horror, su espíritu no se quebró. Con una fuerza admirable, logró escapar del cautiverio y se reincorporó al Ejército del Norte. Su entrega no tuvo límites: siguió al mando de figuras como Martín Miguel de Güemes y Álvarez de Arenales, empuñó armas, asistió a heridos, organizó la logística y cumplió cada función que la causa independentista necesitaba.
María Remedios del Valle no fue solo una combatiente; fue una líder silenciosa que rompió barreras de género, raza y clase social en una época que condenaba a las mujeres, especialmente a las afrodescendientes, al olvido. Su vida es el símbolo de una lucha mucho más grande: la de todos aquellos y aquellas que sacrificaron todo por una patria libre.
Hoy, recordarla no es solo un acto de justicia histórica, sino también un llamado a reconocer a quienes construyeron la libertad desde los márgenes, dejando una huella imborrable en nuestra identidad como nación.