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“EL MITO DEL RICO Y EL POBRE VAGO”: EL CUENTO QUE SOSTIENE LA DESIGUALDAD

En su habitual columna semanal en Mañana Fantástica, el analista Enrique Hisse abordó una temática profunda y provocadora: cómo ciertos discursos sociales sostienen la desigualdad estructural en la Argentina. Bajo el título “El mito del rico y el pobre vago”, Hisse cuestionó los relatos que legitiman las brechas económicas y que atribuyen el éxito únicamente al esfuerzo individual, mientras se estigmatiza la pobreza como resultado de la pereza o la falta de mérito.

“¿Quién inventó que los pobres no piensan y que los ricos se esfuerzan más?”, se preguntó Hisse al aire, poniendo el foco en las narrativas que invisibilizan los verdaderos mecanismos de acumulación de riqueza.

El columnista ofreció un análisis histórico, comparando estadísticas: “En 1973, Argentina tenía un 4% de pobreza sobre una población de 25 millones. Hoy hablamos de casi un 45% de pobres sobre 47 millones de habitantes. Sin embargo, el número de bancos se mantuvo en 60. ¿Qué significa esto? Que la pobreza creció, pero el poder financiero se consolidó”.

En esa misma línea, remarcó el crecimiento de las villas miseria, que pasaron de 300 en los años 70 a más de 6.200 en la actualidad. “Es gente que trabaja, que produce, pero que queda al margen del sistema formal. Todo lo que existe es fruto del trabajo, y sin embargo se ha instalado un discurso que culpabiliza a los más vulnerables”, afirmó.

Hisse también recordó un momento clave: “En 1973, durante el gobierno de Cámpora, se impulsó una ley que garantizaba que el ahorro nacional estuviera dirigido al crédito productivo, gestionado por el Banco Central. Pero con la dictadura, no solo se interrumpió ese proceso, sino que se crearon leyes que permitieron que los bancos capturaran ese dinero y lo volcaran a la especulación financiera”.

El columnista no evitó señalar a figuras clave del modelo económico que, según su análisis, se perpetúa hasta el presente. “Cavallo es un claro ejemplo. Fracasó varias veces, pero sigue repitiendo un discurso que lleva 50 años: que si liberalizamos todo, van a venir capitales. Y no vinieron nunca. Pero seguimos creyendo en eso”.

Hisse alertó sobre la función ideológica de ciertos discursos: “Hay una pedagogía del poder que naturaliza la desigualdad. Frases, ideas, lugares comunes que nos enseñan a aceptar que unos pocos se enriquezcan mientras la mayoría se empobrece”.

Como conclusión, Enrique Hisse remarcó que existe un trabajo sistemático y pedagógico destinado a moldear el pensamiento colectivo. “Hay un trabajo que nos cambia la cabeza”, afirmó, refiriéndose a la repetición constante de frases y discursos que, lejos de ser inocentes, cumplen la función de justificar e invisibilizar los mecanismos que sostienen la desigualdad. Señaló como ejemplo la Ley de Entidades Financieras de 1976, impuesta durante la dictadura y aún vigente, que habilita la fuga del capital y el desvío del ahorro y la producción nacional hacia circuitos financieros que enriquecen a unos pocos y empobrecen a las mayorías.