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EL DON SANTIAGUEÑO: CAFÉ CON ALMA DE MONTE

“Esto es lo que yo logré”, comienza diciendo Daniel Ledesma, mientras sostiene con orgullo el producto que desarrolló a partir de una tradición ancestral: el café de algarroba, una bebida natural, sin cafeína, sin azúcar y sin conservantes.

Lejos de atribuirse una invención, Ledesma reconoce que se trata de una recuperación de saberes antiguos: “Obviamente no es un invento mío. La algarroba tostada y molida se consume desde tiempos inmemoriales. Los pueblos originarios aprovechaban los frutos del monte: hacían harina, arrope, añapa —para el que no conoce, es una bebida dulce— y alhoja, una bebida fermentada. En invierno, tostaban la algarroba que les quedaba, le agregaban agua o leche, si tenían, y así obtenían una infusión tremendamente nutritiva.”

Inspirado en esa sabiduría, Daniel recolecta algarroba madura durante la época de cosecha, la seca y luego la tuesta con cuidado, hasta lograr ese aroma profundo y ese sabor que remite a lo auténtico. La muele hasta obtener un polvo fino, que se puede preparar como un café tradicional, pero sin los efectos de la cafeína. Yo creo que los frutos del monte son muy valiosos, y por eso decidí apostar a esto.”

Así nació su emprendimiento, con la convicción de que lo natural, lo nuestro y lo saludable pueden encontrarse en una simple taza.

El emprendimiento de Daniel Ledesma comenzó en el año 2018, de manera casual, cuando descubrió el aroma característico de la algarroba tostada. A partir de ese momento, inició una etapa de investigación y desarrollo que lo llevó a elaborar café de algarroba.

En 2022, presentó su café de algarroba, junto con té de chañar y té de mistol, al programa nacional Alimentos con Valor, donde sus tres productos fueron seleccionados y reconocidos entre los cinco mejores del país. Este logro representó un respaldo clave para su proyecto.

Desde entonces, ha fortalecido la producción artesanal. Comenzó con herramientas simples como una licuadora y un molinillo, y actualmente continúa invirtiendo en maquinaria, recolección y compra de algarroba. Su objetivo es convertir su terreno con tinglado en una pequeña fábrica artesanal de productos alimenticios y del monte.

Además, destacó el potencial de su café de algarroba para posicionarse en el mercado nacional de alimentos alternativos. Si bien reconoce que su producto no es mejor que otros existentes, asegura que tiene una propuesta valiosa y con identidad local.

Gracias a su perseverancia, logró introducir el “Don Santiagueño” —nombre de su café de algarroba— en espacios impensados. Uno de sus logros más importantes fue vender 16 kilos de su producto al prestigioso Hotel Alvear, que hoy lo ofrece en sus cuatro sedes y también en el emblemático Hotel Llao Llao de Bariloche.

Además, el café de algarroba llegó hasta las manos del Papa Francisco. Esto ocurrió en 2024, durante el año de canonización de Mama Antula. En ese contexto, Ledesma ya había lanzado su producto con un envase que rinde homenaje a la santa santiagueña, resaltando su figura como símbolo de la identidad provincial. “Me pareció que Mama Antula superaba cualquier idea que había tenido antes, como usar el Puente Carretero o el Dique de las Termas. Ella representa plenamente la santiagueñidad”, explicó.

Un amigo que conocía esta iniciativa se ofreció a llevarle una muestra al Papa. Daniel accedió encantado y le regaló 20 bolsitas con tal de que llegaran al Vaticano. Hoy, esa historia forma parte del recorrido de un producto local que nació en Santiago del Estero y logró abrirse camino con esfuerzo, creatividad y raíces profundas en la cultura del monte.

El monte santiagueño: una fuente de alimentos con potencial exportador

Daniel Ledesma, destaca el enorme valor que poseen los frutos del monte santiagueño y del norte argentino. “El monte es noble, sano y tiene un potencial inmenso para convertirse en una fuente clave de alimentos destinados a la exportación”, afirma.

“Este potencial no es una simple especulación. Cita como ejemplo el caso de Perú, uno de los principales exportadores de café de algarroba a nivel mundial. “La algarroba ni siquiera era originaria de Perú. Llegó allí a través del Imperio Inca, que al expandirse hacia el sur, estableció intercambios con comunidades que habitaban estas tierras y se llevó consigo semillas y plantines. Con eso desarrollaron una industria que hoy exporta al mundo”, explicó.

Ledesma remarca que, a diferencia de Perú, Argentina —y particularmente Santiago del Estero— cuenta con una abundancia natural de monte y algarrobales autóctonos que no están siendo plenamente aprovechados. “Nuestro monte tiene una capacidad productiva impresionante. Podríamos generar miles de toneladas de café de algarroba, harinas, panificados y otros alimentos basados en los frutos del monte. Es una oportunidad que tenemos que mirar seriamente como país”, concluyó.