Con más de un siglo de historia, los rosquetes Che-Mar son el símbolo del sabor tradicional loretano. Marta Coronel, cuarta generación de emprendedoras, mantiene viva la receta familiar que conquistó paladares en todo el mundo, con un producto artesanal, auténtico y lleno de historia.
La emprendedora loretana Marta Coronel logró posicionar su marca Che-Mar en toda la provincia. Reconocidos por su sabor único y tradicional, los rosquetes Che-Mar tienen hoy una proyección internacional, sin perder sus raíces familiares.
La historia comenzó con su abuela Fortunata Coronel, continuó con Petrona Luisa, luego con Chela Coronel, y actualmente es Marta quien mantiene viva esta herencia. La tradición nació en los tiempos en que los trenes pasaban por Loreto a la medianoche, y su familia aprovechaba para vender sus productos a los turistas que viajaban. Así fue como comenzaron a expandirse hacia otros destinos.
Che-Mar lleva 102 años de historia, y Marta representa la cuarta generación. El nombre de la marca honra a su prima hermana Chela, quien empezó a vender rosquetes a los siete años y hoy, a sus 76, sigue siendo un ejemplo de vida y fue, además, la pionera en elaborar empanadillas de dulce de leche.
“Somos trabajadores independientes y nuestros productos llegaron a países como Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Brasil, Uruguay, Paraguay, entre otros”, cuenta Marta.
La elaboración de los rosquetes sigue un proceso artesanal: la masa se prepara durante una hora, luego se pasa por un torno de madera, se corta, se da forma y se acomoda en asaderas. Una vez listos, se hornean en horno de barro, se dejan enfriar y finalmente se confitan con merengue italiano antes de salir a la venta.
“Lo que hace diferente a nuestros rosquetes es el amor, la frescura y el uso de materias primas de calidad”, destacó con orgullo la emprendedora.