El caso ha generado una fuerte indignación social, motivando movilizaciones, pedidos de justicia y una creciente presión sobre las autoridades policiales para dar con los responsables del crimen.
La pequeña localidad de La Unión, Nueva Guinea, ubicada en el Caribe Sur de Nicaragua, vive días de profundo dolor, impotencia e incertidumbre tras la brutal desaparición y asesinato de Celsa Jasneri García, una joven estudiante universitaria que fue hallada sin vida más de 24 horas después de reportarse su secuestro. El caso ha generado una fuerte indignación social, motivando movilizaciones, pedidos de justicia y una creciente presión sobre las autoridades policiales para dar con los responsables del crimen.
Una alerta desesperada: el último mensaje de Celsa
Todo comenzó con un mensaje que erizó la piel de su familia. La joven, de 21 años, estudiante de Medicina Veterinaria en el CUR-URACCAN, alcanzó a grabar un mensaje de voz en el que se escuchaba claramente su pedido de auxilio:
“Auxilio, me acaban de secuestrar”, gritó con desesperación.
Ese mensaje, enviado a una de sus hermanas, fue borrado de inmediato, pero quedó registrado en la memoria del celular y fue determinante para que su entorno supiera que algo andaba muy mal. La angustia se apoderó de su familia, que inmediatamente alertó a las autoridades locales y comenzó una búsqueda contrarreloj con la ayuda de vecinos, amigos y voluntarios de la zona.
Las primeras pistas: un sombrero y un par de botas
La búsqueda se desplegó por los caminos rurales y montes cercanos a la hacienda cafetalera Los Panaderos, donde Celsa había sido vista por última vez. Pronto, un hallazgo estremecedor dio indicios de lo que podría haberle sucedido: su sombrero y sus botas fueron encontrados abandonados entre los matorrales de un paraje conocido por ser de difícil acceso.
La familia, que no cesó en ningún momento de buscarla, temía lo peor. Cada minuto que pasaba sin noticias aumentaba la desesperación. La policía sumó más efectivos y se montaron operativos de rastrillaje a pie y a caballo en toda la zona.
Un macabro hallazgo: el cuerpo sin vida de Celsa
El miércoles, más de 24 horas después de su desaparición, la tragedia se confirmó. Fueron los propios familiares quienes, tras una búsqueda infatigable, encontraron el cuerpo de la joven. Estaba boca abajo, dentro de un caño, en una zona apartada y de difícil acceso.
La escena dejó sin aliento a quienes participaron del operativo. La comunidad entera se sumió en el luto, mientras el dolor de la familia se multiplicaba con la confirmación de lo que ya temían.
Un testimonio clave: cuatro hombres a caballo
Mientras la policía comenzaba a reconstruir el itinerario del secuestro, una mujer habitante de la zona aportó un testimonio vital. Declaró haber visto a cuatro hombres a caballo que llevaban a una joven con características similares a las de Celsa.
Según esta versión, los sujetos cruzaban potreros de la finca El Tico, aparentemente rumbo a La Florida, con dirección al cerro El Mono, una zona escarpada que conecta con rutas informales hacia la frontera con Costa Rica.
Ante este relato, la familia llegó a sospechar que Celsa podía estar siendo llevada con intenciones de tráfico ilegal o explotación. De hecho, uno de los temores más extendidos en la región es la captura de mujeres jóvenes por redes de trata, una problemática creciente en sectores rurales donde el control estatal es limitado.
Una autopsia que puede ser clave
Con el cuerpo en custodia, la Policía Nacional trasladó los restos a la morgue forense para la realización de la autopsia. Los investigadores esperan que el informe médico brinde indicios sobre la causa de la muerte, el momento exacto en que ocurrió y si hubo agresiones físicas o sexuales.
La fiscalía aún no ha confirmado ninguna hipótesis concreta, pero se considera el caso como un crimen con violencia extrema, por lo que las pesquisas están orientadas a identificar, localizar y detener a los responsables con urgencia.
Indignación social y llamados a la justicia
El caso de Celsa no tardó en multiplicarse por las redes sociales. En pocas horas, la imagen de la joven y la noticia de su secuestro fueron compartidas por miles de usuarios, generando una ola de solidaridad pero también de fuerte indignación por la falta de seguridad en zonas rurales.
Organizaciones feministas, centros estudiantiles y colectivos sociales reclamaron públicamente que el Estado tome cartas en el asunto:
“No podemos permitir que las jóvenes sigan desapareciendo como si fueran invisibles. Celsa tenía sueños, tenía una vida, y le fue arrebatada de la manera más cruel”, señalaron desde una agrupación universitaria.
La lucha por la justicia de una familia devastada
Los padres y hermanas de Celsa, devastados, han manifestado públicamente que no descansarán hasta que los culpables estén tras las rejas. A través de comunicados y entrevistas locales, pidieron que el caso no caiga en el olvido.
“Queremos justicia. Que esto no quede impune como tantas otras muertes”, expresó uno de los hermanos de la víctima.
Violencia de género en zonas rurales: una herida abierta
El crimen de Celsa vuelve a poner sobre la mesa una realidad alarmante: la vulnerabilidad de las mujeres jóvenes en zonas rurales de Nicaragua y Centroamérica. En muchos casos, la falta de caminos, señal telefónica o presencia policial facilita situaciones como la que vivió esta estudiante.
La comunidad de La Unión ha convocado a una vigilia en su memoria y exigirá ante la alcaldía y la jefatura policial mayores controles, cámaras de vigilancia y presencia permanente de fuerzas de seguridad.
Celsa había elegido estudiar Medicina Veterinaria por amor a los animales. Era conocida por ser una joven activa, solidaria, con gran vocación de servicio. Sus compañeros la describen como “alegre, trabajadora y apasionada por el campo”.
Con apenas 21 años, soñaba con volver a su comunidad para ejercer la profesión y ayudar a los pequeños productores. Hoy, su historia se convierte en bandera de lucha para quienes exigen justicia y seguridad para las mujeres rurales.