Como cada mañana, Héctor Orlando Alurralde, de 61 años, se despidió de su esposa con una frase habitual: “Me voy, Negra, a trabajar. Vuelvo a la tarde”. Su pareja lo encomendó a Dios y le pidió que tuviera cuidado. Sin saberlo, ese miércoles marcaría un antes y un después en sus vidas.
Héctor, sereno de una fábrica desde hace más de 30 años, vive con su familia en la zona sur de la Capital. Cerca de las 5:30 de la mañana, salió en bicicleta rumbo a su lugar de trabajo. Llevaba consigo una caja de herramientas y el firme propósito de cumplir una jornada más. Pero al llegar a avenida Leopoldo Lugones y Dr. Luis Barrios, fue interceptado por tres delincuentes.
Primero, lo atacaron con ladrillos lanzados desde la oscuridad para hacerlo caer. Al lograr mantenerse en pie, fue rodeado por los agresores. Uno de ellos, armado con un cuchillo, se interpuso en su camino. Alurralde lo derribó de una patada, pero los otros lo golpearon brutalmente en el suelo, mientras intentaban robarle la bicicleta.
Uno de los atacantes, identificado como Leonardo Ariel “Negro” Gallardo, de 25 años y con domicilio en el barrio Juan Díaz de Solís, lo acuchilló e intentó herirlo de forma directa. En medio de la desesperación, el trabajador logró quitarle el arma blanca y asestarle una puñalada en el pecho.
“Era mi vida o la de ellos. Vinieron a matarme“, declaró después a sus familiares y a la Policía. Herido y aturdido, Alurralde consiguió escapar del lugar mientras los cómplices de Gallardo intentaban asistirlo. Recorrió varias cuadras hasta presentarse en la Comisaría Comunitaria 11, donde denunció el intento de robo y confesó lo ocurrido. Aún preocupado, preguntó si el joven se encontraba con vida, pero más tarde fue informado de su fallecimiento.
Actualmente, el caso es investigado por la Fiscalía de la Capital, que dispuso la detención preventiva de Alurralde y lo citará a declaración indagatoria en los próximos días.