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EL ARTE DE HACER DESAPARECER: EL PODER OCULTO DE RECONOCER O BORRAR A OTROS

Enrique Hisse y Sofía Garnica, licenciada en Filosofía, estuvieron en “Mañana Fantástica” reflexionando sobre “El arte de hacer desaparecer: el poder oculto de reconocer o borrar a otros”, una profunda mirada sobre cómo la indiferencia y la falta de reconocimiento afectan la identidad y la libertad de las personas.

Hay formas de violencia que no necesitan gritos ni golpes. Son silenciosas, casi invisibles, pero igual de potentes: borrar al otro, hacer como si no existiera. Este “arte de hacer desaparecer” se ejerce en lo cotidiano, en una mirada que no llega, en un saludo que nunca se da, en la indiferencia que se vuelve látigo. Es un modo sutil, aunque brutal, de negar derechos, identidad y hasta libertad.

Sofía Garnica lo explica desde la filosofía: “El reconocimiento no es un lujo, es una necesidad para existir como sujeto. Hegel, filósofo alemán, hablaba de cómo la conciencia de uno mismo depende de ser reconocido por otro. No somos seres aislados: nuestra identidad y nuestra libertad nacen y se sostienen en la mirada del otro”.

Cuando un niño no es visto ni valorado en sus primeros vínculos, cuando un ciudadano es invisibilizado por el Estado o cuando una mujer es ignorada por un sistema que la excluye, hay algo más que ausencia: hay violencia. Garnica señala que “sin reconocimiento, perdemos libertad porque la identidad se traba. Y por más que los discursos de autoayuda insistan en que podemos solos, la verdad es que no existe subjetividad ni vida social fuera de la relación con los demás”.

En un mundo donde se normaliza el aislamiento y la indiferencia, hablar de reconocimiento es casi revolucionario. Reconocer es dar lugar, habilitar la existencia, devolver derechos. Desconocer, en cambio, es un acto de poder: quien borra al otro desde la indiferencia, se coloca por encima y decide sobre la vida ajena sin siquiera mancharse las manos.

“Dependemos de los demás, y eso no es debilidad”, subraya Garnica. “Es la base de lo humano: en el amor, en la familia, en la sociedad y en la política”. Quizá el primer paso para una convivencia más justa sea entrenar la capacidad de ver y reconocer al otro. Porque a veces, el acto más político y transformador es tan sencillo y tan difícilcomo mirar y decir: vos existís.

Este fenómeno no solo se da en las relaciones interpersonales, sino también a nivel institucional. El Estado juega un papel central en el reconocimiento o invisibilización de las personas. Garnica señaló que en la esfera estatal se otorga a los individuos el estatus de personas racionales y libres. El acceso a derechos sociales es, en sí mismo, un acto de reconocimiento: cuando se otorga un derecho, se transmite implícitamente el mensaje de que la persona tiene valor y es merecedora de esa garantía.

Sin embargo, advirtió que el Estado también puede actuar como agente de silenciamiento. Hay grupos sociales que permanecen invisibles no porque no existan, sino porque deliberadamente se elige no verlos ni atender sus derechos. Esta falta de reconocimiento no solo condiciona la libertad individual, sino que perpetúa desigualdades estructurales.

El reconocimiento no debe entenderse únicamente en términos legales o pragmáticos, sino también como un proceso cultural y social. La sociedad civil, a través de sus representantes, impulsa los marcos de inclusión o exclusión que luego se traducen en legislación y políticas públicas.

Reconocer es habilitar la existencia y la libertad; desconocer es ejercer un poder sutil pero eficaz para borrar al otro. Hablar de reconocimiento es poner en evidencia que ninguna persona puede desarrollarse plenamente en un contexto de aislamiento o indiferencia social.

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