Desde la ciudad de Atamisqui, Silvia de Álvarez construyó con trabajo, constancia y sabor un nombre que hoy es sinónimo de calidad: El Atamisqueño, una marca registrada en el corazón de los santiagueños cuando de empanadas se trata. Con 27 años de trayectoria, su emprendimiento familiar se convirtió en un verdadero medio de vida y en un símbolo de la cocina tradicional.
Silvia Rebainera, conocida comercialmente como Silvia de Álvarez, recordó cómo nació este proyecto al llegar a la ciudad junto a su esposo, don Álvarez, en busca de un futuro mejor para sus hijos. “Todo costaba mucho, un solo sueldo no alcanzaba, y sentí la necesidad de ayudar a la economía familiar”, explicó. Fue entonces cuando, apelando a lo aprendido en su infancia junto a su madre y su abuela, decidió comenzar a elaborar empanadas con recetas heredadas de generaciones.
Lo que comenzó como una necesidad económica, se transformó con el tiempo en una empresa familiar con identidad propia. “Primero trabajamos con unos primos, después ellos dejaron y yo seguí. Me gustaba, y tenía una familia que sostener. Sin darme cuenta, llegué hasta aquí”, expresó con humildad.
La clave del éxito de El Atamisqueño radica en el respeto por la materia prima y por las proporciones exactas: “Usamos la mejor carne, la mejor verdura, la mejor harina. Y no hacemos rendir el relleno agregando más cebolla que carne: se ponen partes iguales, como decía mi abuela”. Además, Silvia insiste en mantener el método tradicional: carne zancochada y picada a cuchillo, sin atajos ni recetas industriales.
Silvia de Álvarez comienza su jornada a las 4 de la mañana, acompañada por un grupo de nueve mujeres, a las que define como “guerreras igual que yo”. En total, son 27 las personas que forman parte de esta empresa familiar, que trabaja de martes a domingo con un nivel de organización y dedicación que refleja la seriedad y el esfuerzo detrás de cada producto.
La producción sigue un proceso meticuloso: los martes se destinan exclusivamente al picado de carne y pollo; los miércoles a la elaboración de la pasta, que debe macerar y reposar adecuadamente para lograr el sabor característico. Este procedimiento incluye su enfriado y conservación en envases especiales, que luego se almacenan en freezers hasta el día siguiente. A partir del jueves comienza la preparación intensiva, que se extiende hasta el domingo. Solo los lunes se reserva como día de descanso, en un esquema de trabajo que combina tradición, organización y compromiso con la calidad.
Hoy, a casi tres décadas de aquel inicio, Silvia de Álvarez representa no solo a una emprendedora que supo crecer con esfuerzo, sino también a una mujer que rescató y sostuvo con orgullo los sabores más auténticos de la cocina santiagueña. El Atamisqueño es mucho más que un negocio: es una herencia viva que se transmite en cada empanada.