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¿PUEDE TENER ÉXITO LA ECONOMÍA ACTUAL?

Enrique Hisse y Federico Scrimini abrieron el debate con una pregunta clave en el programa “Mañana Fantástica: ¿Puede tener éxito la economía local?

Ambos analistas coincidieron en que el actual gobierno no tiene posibilidades reales de lograr buenos resultados económicos. “Desde el inicio de su gestión las cosas han ido de mal en peor, salvo para una pequeña minoría de la población que se ve beneficiada por sus políticas”, afirmaron.

Según su análisis, el 90% de la población ha sido perjudicada incluso durante lo que debería haber sido el período de ‘luna de miel’ del gobierno. En solo 17 meses, los indicadores socioeconómicos se han deteriorado a un ritmo récord.

Scrimini fue más tajante: “Al único que le va bien con este gobierno es al amigo de Caputo que viene a hacer bicicleta financiera. Ni siquiera es una timba. La timba, al menos, tiene un componente de azar: uno entra al casino con un 50% de chances de ganar o perder, aunque la mayoría termina perdiendo. Pero esto no es azaroso: es un negocio asegurado”.

Y explicó: “Los financistas que llegan al país, cambian sus dólares, acceden a tasas de interés que llegaron al 70% en pesos, y luego retiran los dólares al mismo valor de entrada, con ganancias garantizadas. Ese rendimiento está subsidiado por el Estado, es decir, por todos nosotros. Para eso sí hay dinero”.

En el caso de las llamadas bicicletas financieras, el proceso se basa en aprovechar la diferencia entre el valor del dólar y los instrumentos financieros en pesos que ofrece el gobierno. Por ejemplo, un inversor trae 100 dólares, los cambia por pesos y los coloca en herramientas como el DEVAC u otros bonos emitidos por el Estado, que prometen una alta tasa de interés mensual.

Con el paso del tiempo, ese capital invertido en pesos genera una ganancia. Supongamos que, luego de unos meses, el inversor obtiene un retorno equivalente a 130 dólares. Cambia nuevamente los pesos a dólares y se lleva esos 130 al exterior. Es decir, gana 30 dólares por hacer rendir su dinero en el sistema financiero argentino.

Pero la pregunta clave es: ¿de dónde salen esos 30 dólares de ganancia extra? .Durante el último año, Argentina registró 23.000 millones de dólares por blanqueo de capitales y 18.000 millones de superávit comercial, a lo que se sumaron ingresos de privados. En total, se acumularon alrededor de 45.000 millones de dólares, utilizados en parte para pagar intereses al FMI y otros acreedores privados, en el marco de la reestructuración de deuda anterior.

Sin embargo,  advierten que la estrategia del actual gobierno no se basa en una economía productiva, sino en una lógica financiera de corto plazo, muy similar a un esquema Ponzi: es decir, una estructura que sólo se mantiene en pie mientras sigan entrando nuevos inversores atraídos por tasas de interés altas y rendimientos garantizados.

Esta práctica está generando una bola de nieve de deuda. Se estima que ya se han emitido hasta 150.000 millones de dólares en nueva deuda bajo este mecanismo. La rentabilidad asegurada a quienes ingresan en esta bicicleta financiera tiene como contrapartida el endeudamiento del Estado, lo que podría hipotecar el futuro económico del país.

La población argentina enfrenta, una vez más, las consecuencias del endeudamiento externo. Como ocurrió en otras etapas de nuestra historia, los compromisos asumidos con el Fondo Monetario Internacional no los paga el gobierno de turno, sino la gente, a través de recortes en áreas clave como la educación, la obra pública y la inversión estatal.

Esta dinámica no es nueva. Desde la última dictadura cívico-militar en 1976, la deuda externa se transformó en un problema estructural: pasó de 7.000 millones de dólares a más de 40.000 millones en pocos años. Ese salto marcó el inicio de un ciclo de endeudamiento que limita el desarrollo y se traduce en políticas de ajuste que impactan directamente en el bienestar de la mayoría.

Cada pago que se hace al FMI representa menos recursos para escuelas, hospitales, caminos o programas sociales. La historia argentina de las últimas décadas muestra con claridad que la deuda no solo es financiera, también es social, y su costo lo sigue pagando el pueblo.

Pese a las promesas de frenar el endeudamiento, la deuda externa de Argentina no solo no se detuvo, sino que prácticamente se duplicó. Cuando finalizó el mandato de Cristina Fernández, la deuda rondaba los 200.000 millones de dólares. Hoy, supera los 400.000 millones, sin que eso se haya traducido en mejoras concretas para la población.

Los indicadores económicos y sociales no muestran avances: ni la producción, ni la industria, ni el empleo, ni la inflación, ni la pobreza reflejan una recuperación. Por el contrario, en muchos casos han empeorado.

A esto se suma una crítica a la forma en que se mide la inflación, basada en una canasta de consumo desactualizada. “Para que tengamos una idea, esa canasta es de 2004, cuando aún existían los videoclubes como Blockbuster y los celulares no eran parte del consumo básico. Hoy, sin embargo, los teléfonos móviles son esenciales, y los servicios han cambiado radicalmente”, se señaló.

La realidad económica no mejora, y los datos oficiales no siempre reflejan lo que vive a diario la mayoría de los argentinos.